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Mi primer contacto con la realidad fue el de la ausencia, realidad que recuerdo desde muy niño, fue en Villarreal, ciudad en la que nací. Yo aun no tenia edad escolar, y veía como cada mañana de diario, mis hermanos Vicky, Miguel y Paco, salían de casa rumbo al colegio, “quedándome yo contigo madre unas veces”, otras con mi tía victoria en su maset o masía…

  -“Viendo alejarse a mi madre rumbo al trabajo.”, ese sentimiento de separación momentánea, de tu grupo familiar es un shock, para una mente en proceso de de creación de vínculos, de lo cual me agradaba infinitamente su regreso poco tiempo después, ya que solía traerme indios y vaqueros o cochecitos de lata ,pero no por ello según se mire era bueno que te obsequiaran siempre dado a que era reflejo del antes o después de algo poco agradable y lo menciono por lo siguiente; quizás solo quizás fuera un premio de consolación a la culpabilidad.

 ya a partir de mi primer año de edad otras tantas veces las mas, recuerdo estar ingresado en hospitales, visitando médicos que no daban con la solución a mi estado de salud, hasta que tal día se complicase tanto mi problema bronquial  que mi padre cargando conmigo en brazos y acompañado de mi madre acudieron a urgencias, según cuentan yo apenas respiraba entre arcadas e intentos inútiles de luchar por respirar –“lo que sí recuerdo es una tenue sala amplia poco iluminada con hileras de cunas y una mesita con un pequeño flexo donde una monjita pasaba largas horas,  unas veces venían mis padres y en esta visita especialmente recuerdo despertar seguramente por el frío de aquella estancia y encaramarme a un lateral de esas cunas altas y realizando mil enterezas para llegar al suelo,

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raudo y en silencio como si tras mi huida no hubiese pista ni rastro abandone la estancia, para aventurarme por los pasillos del hospital en busca de mis progenitores cosa que algún celador cerca de la salida delataría mi presencia culminando así mi aventura, mis padres contarían más tarde versiones a este suceso.

Recuerdo también haberme criado con mis abuelos maternos, y  tías abuelas. (Mi chacha Estrella y mi chacha María) y el chache Loren, y seguramente fuese un poco después de nacer mi hermana María Isabel, e de utilizar más la intuición que el recuerdo en si ya que yo no aria mucho que dejé de ser destetado  por la llegada al mundo de mi hermana la cual nos distancia apenas dos años uno de otro y por aquel tiempo ambos reclamábamos atenciones y leche recuerdo ser intolerante a la lactosa, y a los cereales lo cual era bastante normal teniendo en cuenta mi expediente alérgico por lo cual acabé exiliado a casa de mis abuelos entre el sabor de la nutrí soja y la leche de almendra, las tardes de verano cazando moscas con un vaso, en cualquier rincón que se posasen. Atento a mi chacha Estrella la cual desde su silla de ruedas, lanzaba miradas soslayadas para cerciorarse, de que el pequeño José no saliera de la seguridad de la puerta de la cochera, con el peligro de alejarse fuera de su alcance, o ser dañado por alguna bicicleta, ciclomotor, o coche que circulase por delante de dicha cochera. Cuando salía hacia la casa de al lado donde vivía mi abuela María y mi abuelo Manolo, me gustaban mis cuentos y aunque no supiera leer me deleitaba con sus páginas e ilustraciones, el que mas el cuento del indio Kiko el cual recuerdo leer de espaldas a la ventana a ayudado por mi hermana María Victoria la cual también se criaría con la abuela maría y el abuelo manolo, y lo dado a recordar habernos contagiado de varicela yo y mi hermana, ese verano

Al tiempo, y ya de nuevo en mi casa, no recuerdo bien si mucho o poco de comenzar parvularios, o primero de primaria. Estando frente al sillón marrón de skay, desconchado en los pasamanos, quizás por mordeduras de este que escribe. Dado a querer  sufragar el dolor de encías por las múltiples piezas dentales, que comenzaban a caerse, y lo recuerdo muy bien con sus botones marrones,  cuales empleaba para extraer mis dientes asiéndolos, desde el hilo de su costura en contra diente facilitando así su caída, me encontraba entretenido con algo, cuando vi pasar a mi madre echa un paño de lagrimas, dispuesta a fregar los pocos cubiertos o platos de la pila, no sentí mucho más que curiosidad, y supuse que estaba triste, y por eso lloraba, yo muchas veces como comento anterior mente, me entristecía quedarme en casa de mi tía, o mis abuelos y también lloraba, cuando mis hermanos y mi madre desaparecían de mi campo de visión, creo que nunca le di la relativa importancia a esto que recuerdo hasta hoy, pues creo estar en lo cierto que ese mediodía, mi madre lloro por  el fallecimiento de mi chacha estrella, pues según recuerdo, y la mente no me falla, recuerdo seguir disfrutando de la compañía de mi chache Loren, mi chacha María y ya no tanto de la presencia de mi chacha Estrella, lose por un pequeño detalle, recuerdo por San Juan, ver hogueras de ascuas en un brasero de mesa, frente a la puerta de la cochera donde mi chache, y mi tío Alejandro asaba patatas y espetos. Para cenar poco después en la mesa de la pequeña cocina interior, donde un hule verde de plástico protegía el mantel, y sobre el cual cenarían. Yo recuerdo esas  rúas de pan de manteca con embutido, casi siempre mortadela con olivas, o mantequilla con azúcar, en compañía de los únicos amigos que rememoro, Moisés e Isacar, o mí vecino del segundo, del piso de pio XII, Gaspar,  eran simplemente otros tiempos. En los cuales emulaba ser  John Travolta  en casa de mi vecino Pepe y su madre Angelita donde solía cantar la canción de  Grease, donde me desprendía de mi chaleco de colegial para bailar como Travolta, y ser el centro de admiración y risas de aquéllos espectadores, lo cual me encantaba.

Creí  no ser capaz de de afrontar mis miedos, hasta conocer que es el miedo, y ahí mi primera duda, ¿estamos adoctrinados a miedos reales? , miedos desconocidos o casual mente aprendidos, heredados genética mente  desde  la aceptación del yo físico, olvidando lo espiritual de los lazos que nos atan, al no entender el duelo o la perdida, si no aceptamos que somos algo más que materia. Pero no me remontare a tanto transcendentalismo, solo a unas décadas atrás, cuando me buscaba en la opinión de los demás, mis raíces y el porqué de las cosas.

Cosas, que también me marcarían con el paso de los años, las disputas y discusiones que los niños no debiéramos oír ni ver, pues eran cosas de adultos, y en caso de advertirlo o presenciarlo se nos obligaba a no mencionarlo, con la no tan inofensiva frase de ver, oír y callar,

Cosa que seguramente sugestionaría que me mease en la cama, o sacara malas notas, teniendo sentido el no llorar como desahogo, pues cuando no eres consciente de de que se debe llorar.  Ya que los hombres no lloran, como se acostumbraba a decir; mi cuerpo lo exteriorizaba, con falta de atención en el aula, y bloqueo frente a una lección en un control o examen, u orinándome en la cama.

Que complicada se me hacia la vida en mi mente de niño, pero no tanto como se complicaría con la adolescencia…

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